Tras la gran cena de ayer y un buen descanso, me lanzo al alba dirección a Santiago de Compostela. La idea es llegar lo antes posible, así que pedaleo con ganas y me paro lo justo. Pocos kilómetros me separan ya de mi destino, 55 kilómetros que pasarán volando.
Ahora ya, coincidiendo con el Camino Francés, me encuentro gente a cada poco. El Camino Primitivo es menos transitado, y en esta época del año, menos aún. El frío, la lluvia y la dureza echan para atrás, pero el Francés es otra historia. A cada poco me encuentro con un grupo de peregrinos y ya no tengo esa sensación de soledad del Primitivo.
La mañana es fría pero soleada, pronto el sol empieza a calentar y tan sólo las zonas sombrías de bosque me recuerdan que estamos en invierno.
Los caminos son sencillos y bonitos hasta unos pocos kilómetros de Santiago de Compostela, donde las pequeñas carreteras se hacen constantes. Y así, casi sin darme cuenta, llego a Santiago.
Mi primer camino ha terminado. Sólo queda disfrutarlo con marisco y Ribeiro, que para algo estamos en Galicia. Han sido cuatro días, fríos y duros, pero muy, muy bonitos.
Nuevamente, a las 9 de la mañana salgo puntualmente de Fonsagrada. Y me cuesta arrancar. He pasado muy buena noche en un albergue genial, y la mañana es fría y húmeda. Estamos casi a 1.000m y la densa niebla hace que el simple acto de moverse te haga acabar mojado. Pero la etapa de hoy será larga, quiero hacer una buena tirada para acercarme lo más posible a Santiago. Mañana quiero llegar a Santiago, cuanto antes mejor, así que cuanto más cerca me encuentre menos tardaré en llegar.
Así pues, arranco por la mañana sin dilación, intentando hacer kilómetros. Empiezo por un sube-baja de carretera, esquivando los caminos. El primer camino que he pisado estaba muy embarrado, si continúo por ahí voy a ir muy despacio. Creo que lo mejor será mantenerme por la carretera hasta perder altura y meterme en caminos más firmes.
Finalmente voy perdiendo altura y los caminos son mucho más transitables. Entro en una zona de caminos de piedra con muy buen firme y muy, muy bonitos, por los que es fácil pedalear y disfruto como un niño. Está siendo una de las partes del camino más divertidas para rodar con las alforjas.
Estos caminos me acercan a Lugo, una ciudad que me gusta mucho y tengo ganas de volver a visitar. Además, en el centro de la ciudad hay una quesería especializada, Queixería Praza do Campo, en la que tengo intención de pararme a hacer unas compras. Una vez localizada, hago mis compras y aprovecho para comer algo.
El día es frío y la parada me afecta, se me mete el frío en el cuerpo y, unido a la paliza, me deja un poco tocado. Creo que se me nota en la cara porque allí donde paro a comer un pincho me ceban literalmente, dándome varios pinchos de esos que vienen gratis con la consumición. Se lo agradezco un montón de veces y arranco rápidamente dirección Melide, quedan muchos kilómetros y pocas horas de luz, no puedo pararme demasiado. Pero ya sabemos que la prisas no son buenas consejeras.
Para quien no conozca Lugo le diré que está en lo alto de una colina. Con las prisas, bajo la colina… por donde no es, dirección a Fonsagrada. Con el cabreo en el cuerpo vuelvo a subir la colina para tomar la dirección correcta, y aprieto bien para tratar de entrar en calor.
Y voy entrando en calor, al menos todo lo que me deja la intensa humedad de este día. Me centro en pedalear, si quiero llegar de día no me puedo despistar, así que no paro a sacar fotos y voy comiendo sobre la marcha. Lo que sobre el mapa parecía una ruta fácil se convierte en un sube-baja bastante tortuoso, aunque bonito, con una subida casi al final a una zona de molinos de central eólica. Desde aquí diviso Melide a lo lejos, así que sólo queda bajar por una bonita pista. A las 6 de la tarde llego a un confortable albergue donde por fin puedo quitarme la ropa húmeda y darme una ducha.
Tras salir a comer y comprar algo, vuelvo al albergue donde dos caminantes, un coreano y un suizo, me invitan a cenar. El coreano ha preparado pasta con marisco a su estilo (picante como el infierno) y yo aprovecho para sacar los quesos comprados en Lugo para corresponder con la invitación. Una cena inesperada en un magnífico día.
Puntualmente, a las 9 de la mañana, salgo de Campiello. La mañana es muy fría, así que salgo con toda la ropa. Pero antes de salir paso a despedirme de los dueños del albergue, a los que les suelto una mentira piadosa para que no se queden preocupados.
Tranquilos, voy a bajar a Pola de Allande y subir el puerto del Palo, no voy a subir por Hospitales
Mentira. Me han hablado muy bien de la variante de Hospitales y tengo intención de utilizarla. No hay nieve, no hay niebla… y la subida me vendrá bien para entrar en calor. En Borres me desvío a la derecha y cojo esta preciosa ruta. Esto me evita bajar a Pola de Allande y tener que subir el puerto del Palo, en su lugar me mantengo en altura para coronar desde lo alto. Pero el hecho de mantenerse en altura no lo hace más fácil. Las subidas son duras, de hecho son tan duras que algunas son imposibles de hacer con las alforjas. En una ocasión, ni empujando la bici soy capaz de subir, por lo que tengo que quitar las alforjas, subir la bici sin las alforjas y, una vez arriba, bajar a por ellas. No obstante, la ruta merece la pena. Las vistas son impresionantes.
Una vez coronado el puerto del Palo, empieza la bajada. La niebla es densa, así que me abrigo bien y me dejo caer. Rápidamente llego a Berducedo, donde puedo comer algo. Pido un pincho de jamón y me traen un bocata enorme, creo que me vendrá bien llenar la barriga. Berducedo es un pequeño pueblo situado justo al inicio de la bajada a la presa de Grandas de Salime. Desde aquí hay un camino que baja hasta la presa, pero veo que el tiempo se me echa encima. La variante de Hospitales me ha llevado mucho tiempo y aún tengo que subir hasta Fonsagrada, así que opto por seguir por la carretera. Bajo a la presa y comienzo la subida.
La subida es dura y larga. Parece que termina en Grandas de Salime, pero no. Sigo ganando metros y haciendo kilómetros por carretera y finalmente llego a Fonsagrada. Me he ganado una buena ración de pulpo, ¿no?
< Etapa anteriorParece extraño que, viviendo en una ciudad de paso del Camino de Santiago, nunca me haya animado a hacerlo… pero así es. Aprovechando el invierno tan suave que estamos teniendo, escogí unos días a principios de febrero y me animé a hacerlo. Esta época del año te permite hacer el camino sin agobios en los albergues de peregrinos.
Siendo de Oviedo, lo más lógico parecía empezar desde aquí y realizar el camino primitivo. He planificado cuatro etapas, veremos si es posible cumplirlas. En esta primera etapa mi padre me decidió acompañarme unos kilómetros. Son las 9 de la mañana y sopla un viento bochornoso que presagia agua. El camino que nos lleva a Grado siempre me ha encantado, hace mucho que no lo hago y hoy lo disfruto como un niño. Las nubes se disipan y sale el sol, un sol que calienta con ganas, sobre todo pensando en la época del año en que nos encontramos. Disfrutamos de unos bonitos senderos hasta la primera parada, en Grado, donde quitamos ropa como locos. Nos sobra todo, empiezo a pensar que no habría estado mal traer ropa corta.
Nos despedimos, mi padre se vuelve para Oviedo y yo sigo viaje en solitario. Subo la Cabruñana con un tremendo calor. Me sobran las botas de invierno y el pantalón largo, pero es lo que hay. No puedo cargar con ropa de invierno y de verano si no quiero ir con exceso de equipaje y, a decir verdad, ni me lo había planteado. La subida es dura, por asfalto pero muy empinada. Una vez arriba, bajo rápidamente hasta La Doriga y, en Cornellana, hago otra parada para reponer fuerzas. Hay que subir La Espina y esto ya es serio, es la primera subida dura de verdad y los kilómetros del día se empiezan a notar. Salgo por un precioso camino, duro, roto y húmedo. Tengo que bajarme a empujar un par de veces.
Salgo a la carretera y vuelvo a coger otro camino, embarrado al principio y seco después de unos cientos de metros. Desde ahí, carretera hasta Tineo. Y vaya cómo se pega. Sopla un viento en contra muy fuerte y avanzo muy despacio. Hago una parada en Tineo a comer, el plan es ir a dormir a Campiello. Salgo de Tineo evitando el camino, se desvía por un monte muy empinado y ya voy escaso de fuerzas, sólo me desvío de la carretera cuando el camino es claramente descendente. En uno de estos desvíos me meto en una especie de carril de Bobsleig cubierto de hojas hasta los ejes de las ruedas, tan bonito como peligroso dado que lo desigual del terreno.
Adelanto a un peregrino, el único que he visto en todo el día, y llego a Campiello. El albergue Rodrigo es muy bonito y confortable, y lo tengo todo para mí solo. Un poco frío por la noche tal vez, pero no me impide dormir como un lirón. Mañana, más.
Etapa siguiente >No me quiero extender en esta entrada. Nunca había salido en televisión, ni me habían entrevistado para una revista. Pero una llamada de mi gran amiga Ruth Moll me llevó de un día para otro a la grabación de un programa de televisión con Chus Castellanos, que paralelamente a su proyecto PlanetMTB se embarcó en otro llamado Planeta Bike. Fueron dos fríos grandes días de rodaje por el Camino de Santiago con Chus y su equipo, y éste fue el resultado.
Camino de Santiago
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