Día 11 de agosto, segunda etapa.
Nos espera una etapa de 115 km. Por fortuna parece que no sopla el viento y el perfil es sencillo, así que cuento con recuperar las fuerzas perdidas en la primera etapa. Desayuno a las 6 de la mañana, a las 8 nos dan la salida.
Arrancamos por un terreno rápido que permite alcanzar grandes velocidades. Me meto en un grupo con más españoles y avanzamos con rapidez. En el kilómetro 2 adelantamos al líder, que está pinchado. Cuando nos vuelve a adelantar entiendo por qué va el primero en la general, y de paso también entiendo qué sentía el zorro cuando veía alejarse en el horizonte al correcaminos…
Bueno, la alegría dura poco. El toulé ondulé se adueña del camino salvo en las zonas de arena. La velocidad baja y el terreno se hace completamente llano y monótono. Llegamos al avituallamiento del kilómetro 40, Nines (la española que va tercera en féminas) se detiene lo justo, ya que llega otra fémina que no para, y yo tiro para adelante con ella. El grupo se hace más pequeño, aún así todavía puedo chupar alguna rueda, como la del tándem, que hay que ver como se mueve por las zonas llanas. Me encuentro muy bien, así que tiro de Nines con alegría, hasta que me empiezan a doler las piernas. Además el terreno empieza a cansarme, estoy harto de ver siempre lo mismo en el horizonte, el terreno es incómodo y mentalmente se me está haciendo duro. Llegamos al segundo avituallamiento, en el kilómetro 80, y las piernas me duelen mucho. El culete también me duele, llevo 4 horas sin cambiar la postura y se me hace duro… le digo a Nines que vaya tirando, que tengo que parar cinco minutos porque no me encuentro bien. Espero a que arranque un grupo y me pongo a rueda. Según van pasando los kilómetros me voy encontrando mejor (creo que había bebido demasiado) y veo que la gente se va encontrando cada vez peor. El tremendo calor aprieta y ahoga, voy encontrando gente tirada como trapos, muchos lo están pasando muy mal. Compruebo con alegría cómo va cambiando el terreno, hay subidas y bajadas, incluso hay curvas!! A ver si gira el manillar… ah, pues sí, y la bici incluso frena. 200 kilómetros para encontrar una bajada y una curva, no está mal.
Veo a lo lejos el arco de meta, sobre un precioso cañón que nos da una maravillosa vista del desierto. Nada, ya estamos en meta. Aprieto un poco, paso a otros dos, y cruzo la línea de meta tras 5 horas y 45 minutos, no puedo dar un paso más… y me informan que el campamento está a tres kilómetros, por lo visto estamos en un lugar sagrado y no nos dejan acampar. En fin, hago de tripas corazón para pedalear tres duros kilómetros de toulé y arena. Prueba superada!! 33 en la etapa, 38 en la general.
Ya en el campamento pido hora para el masajista, porque las piernas me duelen mucho, muchísimo. Revisando la bici veo que el sillín se me había bajado, puede que tenga algo que ver.
Tengo el placer de comer con Roberto Heras, comemos juntos mientras me comenta que vivió varios años en Luanco. Se queja de una tendinitis en la muñeca que posteriormente le llevaría al abandono, una pena. Mientras comemos, vemos entrar a gente dando tumbos, incluso el médico sale a buscar a algún corredor. Creo que la unión de las etapas 1 y 2 ha hecho estragos, veremos si la etapa 3 deja a alguien con vida!!
Bien, hoy no sopla el viento, montar la tienda va a ser coser y cantar. Jeje, no es tan fácil como pensaba, menos mal que viene un Mongol al rescate, porque estoy a punto de mandar la tienda al cuerno y dormir al raso. En fin, mañana será otro día…